Acabemos con el bullying. (La solución al acoso escolar no pasa por empezar otra cruzada)

Todas las cruzadas fallan porque intentan solucionar cosas complicadas con fórmulas sencillas” A.Escohotado

Y así será con la lucha contra el acoso si lo convertimos en una nueva cruzada. Por plantear un fin, por crear un protocolo, por crear mecanismos el problema no desaparece. Estamos en un momento de burocratizacismo preocupante y todo lo que nos preocupa creemos solucionarlo con procedimientos o con el antiguo método que se atribuye a Napoleón: “si no quieres resolver un problema crea una comisión de expertos”.

El del acoso escolar es un problema complicado y aprender a manejar el conflicto y los problemas complicados no se resuelven con fórmulas sencillas. El deseo, vestido de cumplimiento de los protocolos, no se convierte en realidad por el hecho de desearlo. Tenemos que trabajar con la realidad, que es nuestro campo de acción y no con el deseo, por bienintencionado que sea.

La cruzada en este caso, como en tantos, agrava la enfermedad. Porque alguien ejerza su autoridad, aún de forma autoritaria, el resto de los integrantes de esa sociedad no pasan a obedecer. Y la escuela es una sociedad en sí misma, la mejor para que el niño aprenda a “socializarse” y debería contar con la seguridad de un contexto protector.

Lo cierto es que el acoso escolar es un problema viejo. Un problema ante el que reaccionamos cada vez que se da un nuevo caso de suicidio adolescente y que nos preocupa, que nos alarma sinceramente durante unos días cada año. El acoso escolar se ha convertido en un asunto que enfrenta a los padres con los centros escolares. Un asunto que ha hecho emerger la desconfianza entre todos los partícipes en la educación.

Ante cada uno de los grandes problemas de nuestra historia siempre ha habido dos posibles respuestas, la colaborativa la que se centra en resolver poniendo a todos a trabajar en busca de una meta común; En este caso, la seguridad de nuestros niños y la respuesta paranoica, la desintegradora esa por la cual se convierte el acoso en un problema que poder tirarnos a la cabeza.

Desde hace unos años Patricia Cáceres y Ramón Oria de Rueda nos embarcamos en la aventura de construir un protocolo de prevención e intervención para casos de acoso y crear un certificado de calidad que avalara la correcta implantación de este. A día de hoy ya sabemos que nuestro modelo se puede llevar a la práctica y que se puede implantar adecuadamente contando con la implicación de las escuelas, sus alumnos y sus familias. Pero en todos los centros insistimos en que tanto protocolo como certificado son solo herramientas para cambiar el funcionamiento del sistema. No son un fin, sino un medio.

Haciendo un poco de memoria podemos señalar cómo el problema del acoso se puede ver, y desgraciadamente se ha visto hasta ahora desde dos posiciones; la primera es la de los padres del niño acosado y se podría resumir así:

“El colegio tiene que intervenir y resolver un problema que se produce entre sus paredes”

La segunda es la del colegio: “los recursos son limitados, los profesionales cumplen con las condiciones que marcan las normas y además necesitan una formación que no reciben”

Entre de ambas posturas se encuentran los profesores; unos más inclinados a un lado y otros a otro. Pero quien realmente se encuentra en medio de esta batalla son los niños; que no pueden salir de esta situación y se van convirtiendo en ariete de padres y colegios.

Ha llegado el momento de buscar una solución que integre a todos en una visión sistémica y con un centro y objetivo claro: la socialización correcta de los niños, incompatible con el acoso; su verdadera educación emocional.

Los números estadísticos nos dan visiones muy distintas. Hay quien sitúa los datos en números de epidemia y hay quien, aún, niega que exista este problema. Para nosotros los datos más fiables y menos alarmistas son los que dicen que uno de cada cinco alumnos de Primaria y algo más de uno de cada diez de Secundaria sufren (siempre o a menudo) prácticas de acoso o maltrato entre iguales en el aula.

El acoso escolar no es nada nuevo, lo que sí es novedoso es la cada vez mayor intolerancia social ante este problema. A esta novedad se le suma la llegada de las tecnologías de comunicación y las redes sociales a nuestras vidas. Mientras, los decretos de convivencia y las guías de intervención publicadas por las distintas administraciones no han tenido el efecto deseado y el hostigamiento se va convirtiendo en un problema creciente.

Parece que tratar un problema social y relacional como este mirándolo desde una visión lineal de víctimas y acosadores y pretender que la solución se produzca, solo, con el actual sistema de sanciones no ha llevado a su solución y esa falta de soluciones ha favorecido la extensión del problema.

¿Nos ponemos a ello? ¿Dejamos de echarnos el problema a la cabeza unos contra otros? ¿Aceptamos que sin una visión sistémica no hay solución?

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