El acoso mata.

Podemos decirlo con más letras pero con tres basta para resumir. » El acoso mata», y mata mucho mas de lo que nos enteramos.

Hoy mismo nos han llamado de un colegio andaluz para contarnos un caso de defenestración originado por el bullying. Y es que la mitad de los suicidios de adolescentes están directamente relacionados con el acoso.

Pero hay casos y casos. el caso de Aranzazu; la niña fallecida por la violencia ejercida por otros menores pone en primera plana nuevamente un asunto que , desde el 2013, vamos advirtiendo que es epidémico.

Y hay muchas responsabilidades:

– Desde lo social: Seguimos generando niños incapaces de aceptar un no, de retrasar su satisfacción, de ser capaces de no imponer su capricho. Seguimos menospreciando la profesión mas importante del mundo, la que trasmite el saber y los valores acumulados por cientos de generaciones, la del maestro.

– Desde las familias: seguimos sin entender que la educación emocional se adquiere en la primera infancia, se adquiere principalmente en casa y que debemos estar implicados en la educación de nuestros hijos. Esto no es hacer los deberes con ellos , ni ir a un cumpleaños cada semana, ni tener un wasap en el que poder criticar al maestro, esto es participar de la educación, colaborar con el colegio y agradecerles su trabajo.

– Desde los colegios: los colegios no son productores de bachilleres, los colegios son el lugar donde muchos niños están más seguros, el colegio es el lugar donde los niños aprenden a relacionarse con otros, a relacionarse con las normas, a empezar a encajar sus primeras frustraciones y sus primeros éxitos.

-Desde lo político: tenemos desde hace años una ley de violencia de género que por querer ser de género y no domestica o de protección a la familia, deja fuera de la protección a niños y ancianos. Por capricho, por puro interés político.

Pero en este caso, por doloroso que nos resulte, el fracaso es, esencialmente de la sociedad y del centro educativo.

La sociedad nos dotamos de una fuerza armada para protegernos y le damos el uso de la violencia para nuestra protección. Pues bien la policía sabía, con denuncia escrita, hace un mes lo que pasaba y no actuó. Y el centro educativo lo sabia hace mas tiempo y no resolvió. Semanas antes del suceso el colegio tuvo noticias del asunto y  la inspección que supo por una conversación tangencial , les pidio que informaran por escrito para poder actuar.

La decisión última de la menor estuvo apoyada en la negligencia y el abandono de estas dos instituciones, incapaces de garantizar su seguridad. Es lo que conocemos como «victimización secundaria», el agresor actúa, el agredido se enfrenta con el arma legal que es la denuncia y la autoridad con su abandono remata.

Hoy ya hay colegios que actúan, que previenen e intervienen cuando hay casos. Pero también existe una mayoría que sigue mirando hacia otro lado. Es cierto que el acoso mata, pero para conseguirlo debe contar con la negligencia y dejación de funciones de los adultos que rodeamos cada caso. En este caso la familia solo puede contar con el consuelo de haber hecho su parte. ¿Cual es el consuelo de la dirección? ¿Cual el de la autoridad?

 

 

Un comentario en “El acoso mata.

  1. Urge revisar y actualizar protocolos, entrenar a los profesores en la prevención, crear unidades de vigilancia por centros que mantengan la alerta y la posibilidad de abortar estas situaciones. Urge elevar las sanciones disciplinares y administrativas en los centros, establecer grados de gravedad y modificar bajo nuevos parámetros la ley del menor. Si dejamos que la baja calidad moral invada nuestros hogares a golpe de telebasura; si consentimos la degradación social y moral de nuestros entornos más elementales: hogar y centros educativos; si nos agota ponerle coto al abuso permanente; si consentimos la contaminación emocional de situaciones y protagonistas perversos, el disparate se adueñará de nuestras vidas y habrá menos espacio para la libertad y el bienestar; la lucha por la supervivencia se hará al margen de los valores y nos alejará de los instrumentos sociales que nos hemos dado para ser mejores. 

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